Género, Sexo e Ideología

ESCRITO POR – ÓSCAR RODRÍGUEZ

Un tema que parece haber invadido la conversación popular actualmente es todo lo relacionado al sexo y género. Con la creciente popularidad y concienciación de la diversidad sexual y de género, muchas personas han emitido su confusión acerca del tema. No es sorpresa que muchas personas se sientan desorientadas: Es un tema relativamente nuevo para muchas personas. Entender estos conceptos nos puede ayudar a comprender mejor no solamente el mundo que nos rodea, sino a nosotros mismos.

El sexo y el género son dos conceptos con cierta similitud que, muchas veces, son confundidos entre sí. Johnson & Repta (2017, p. 18) conceptualizan el sexo como una “construcción biológica que encapsula la variación anatómica, fisiológica, genética y hormonal que existe en las especies”. En palabras llanas, el término sexo hace referencia a las características biofisiológicas que separan a los organismos dentro de una misma especie en grupos, comúnmente macho y hembra. Consecuentemente, somos asignados un sexo al nacer, lo cual simplemente significa que nos categorizaron como “varón”, “hembra” o, en algunos casos, algo diferente. Es probable que en la escuela hayamos escuchado acerca de dichas diferencias, aunque quizá de manera superficial: Los hombres tienen pene, las mujeres tienen vaginas, las personas “hermafroditas”1 tienen ambos. Ésta es una concepción de poco rigor que será explicada más adelante. 

El término género hace referencia a los factores y comportamientos psicológicos y sociales asociados con la experiencia de ser, o no ser, asignado a un sexo determinado (Hyde et al., 2019). Dígase, mientras el sexo se adhiere puramente a diferencias biofisiológicas, como los genitales y las hormonas, el género engloba factores como: La concepción cultural de qué es ser “hombre” y “mujer”; las expresiones y conductas que se esperan de las personas por su sexo; los procesos psicológicos relacionados a identificarse o no con el sexo asignado al nacer; y las relaciones y roles sociales esperados de las personas de acuerdo a sus características sexuales, entre otras cosas. Para una mayor claridad, piense que sexose refiere a características como genitales, hormonas, cromosomas y órganos, mientras que el génerose refiere a aquellas características intangibles, como la manera de hablar, los comportamientos y la experiencia de ser o no ser masculino o femenino. Mientras que el sexo habla de “mujer, hombre, intersexual”, el género habla de “masculino, femenino, o un chin de ambos (andrógino)”. Ambos conceptos van, comúnmente, de la mano: se espera que una persona asignada “hombre” al nacer se identifique con las normas culturales y pautas psicológicas que conllevan ser “masculino”.

Cabe destacar dos términos más. El término expresión de género puede ser definido como “la manifestación del sentido de un individuo de ser masculino y/o femenino a través del uso de nombres, ropa, cabello, estilo, atavíos y movimientos corporales asociados con grupos de género” (Anderson, 2020, p. 2). En simples palabras, cuando se habla de expresión de género, hacemos referencia a cómo una persona vive y demuestra características asociadas a la feminidad y masculinidad. En adición, está el término identidad de género, que no es más que el autorreconocimiento de una persona como de un grupo de género específico (Steensma et al., 2013).  

Es bueno resaltar que todas las personas tienen, por default, un sexo y una identidad de género. Toda persona que exista posee características sexuales. Asimismo, toda persona dentro de una sociedad tiene una relación con el género, ya sea apegada a lo que se espera de acuerdo a su sexo o, inversamente, alejada a esto. Debido a que la mayoría de personas se muestran conformes con su sexo y con las normas de género que se les asignan desde la niñez (Perry et al., 2019), se tiene la errónea concepción de que estos procesos son exclusivos a personas LGBTQIA+. Sin embargo, identificarse con un género y sentirse a gusto con el sexo asignado al nacer son procesos normativos y normales que empiezan desde la niñez (Perry et al., 2019). 

De acuerdo a todo lo anterior, se puede decir que, en general, existen dos categorías de personas en relación al sexo y género: aquellas que se sienten a gusto con la manera en que fueron asignadas al nacer, y aquellas que no. El primer tipo de persona caería en la categoría de cisgénero, definido llanamente como una persona que siente concordancia entre su sexo asignado al nacer y su identidad de género (Aultman, 2014). Una persona cisgénero nace, es asignada un sexo específico al nacer, y vive su vida conforme con dicho sexo y con las características de género asociadas a este. Inversamente, están las personas transgénero, las cuales sienten una discrepancia entre su sexo asignado al nacer y su identidad de género (Green & Maurer, 2015). Una persona transgénero nace, es asignada un sexo específico al nacer, pero siente en algún momento de su vida una inconformidad con las características de género esperadas de acuerdo a su sexo.

A pesar de ser vistos popularmente como conceptos binarios, el sexo y el género son mucho más complejos que un simple binario hombre-mujer/masculino-femenino. El sexo, por ejemplo, puede ser clasificado como hombre, mujer o intersexual. Las personas intersexuales son aquellas nacidas con características biológicas mixtas entre varón y hembra (Harper, 2007). No todas las personas intersexuales son iguales, ya que la intersexualidad abarca diferentes tipos de personas que no encajan en el binario hombre-mujer, como personas con ambos órganos reproductivos, personas con patrones cromosómicos fuera de XY y XX, y personas con patrones hormonales atípicos (United Nations Human Rights Office, 2019). 

En adición, el género es muchas veces visto como un espectro (Monro, 2005), puesto que las personas pueden tener diferentes niveles de masculinidad y feminidad. Algunas personas no se sienten cómodas dentro de las etiquetas comunes, y por ende se consideran diversas en relación al género; a esto se le llama identidad no-binaria. Dentro de esta categoría de género encontramos personas agénero (no perciben que tienen género), personas de género fluido (su identidad de género fluctúa entre masculino y femenino), personas pangénero (que se identifica con todos los géneros) y personas queer2 (que simplemente no se identifican como masculino ni femenino y ven su género como algo más trascendental), entre otras denominaciones (Green & Maurer, 2015). Las personas con identidad no-binaria son frecuentemente agrupadas dentro de la sombrilla del transgenerismo, puesto que se apega a la definición de personas que sienten inconformidad con las características de género esperadas de acuerdo a su sexo. Arriba, un esquema condensando todo lo relacionado a la identidad de género.

A pesar de que cada persona tiene un sexo y una identidad de género, la experiencia identitaria no es la misma para cada quién.

Las personas transgénero suelen pasar por un proceso de autodescubrimiento y aceptación mucho más complejo y tedioso que las personas cisgénero, debido a la ignorancia y poca representación que hay del tema, sin mencionar la discriminación hacia estas personas. Piense en esto: a los 6 años, es muy probable que la identidad de género de una persona esté relativamente formada (Perry et al., 2019). Así, muchas personas transgénero crecen en una crisis de identidad al no tener las herramientas para poder navegar su identidad de género seguramente, además de crecer con mucho miedo acerca de qué dirán los demás. Esto repercute intensamente en su salud mental al crecer: la personas trans son más propensas que las personas cisgénero a experimentar ideación suicida, depresión y desórdenes alimenticios en su adolescencia (Connolly et al., 2016).

La literatura científica también identifica que, mientras mayor discriminación y estima en contra de las personas trans, mayor es el riesgo a sufrir problemas de salud mental (Veale et al., 2017). Por ende, como indica Veale et al. (2017) y contrario a la opinión de muchas personas poco informadas, estas patologías no se dan puramente por la persona ser trans, sino por el rechazo, la discriminación y el miedo que experimentan estas personas.

Esta problemática se exacerba cuando se expone a la luz de la cultura dominicana. La República Dominicana es un país caracterizado por una visión del género relativamente inflexible, sobre todo en relación a la masculinidad (De Moya, 2003). Por esto, muchas personas transgénero tienen experiencias aversivas en el país.Un estudio realizado por Budhwani et al. (2017) con mujeres transgénero en República Dominicana reveló que aproximadamente una de cada cinco de éstas fue abusada sexualmente. Asimismo, una de cada cinco mujeres trans en el país reporta haber sido víctima de un intento de asesinato (Budhwani et al., 2017).

En adición las personas con diversidad sexual y de género presentan dificultades al momento de acceder a servicios básicos, como los de salud (Henríquez-Cross, 2021), y a conseguir empleos, sobre todo de alto nivel (Paulino-Ramírez et al., 2015). Este problema relacionado al género no solamente afecta a las personas transgénero; Delgado Batista (2021) argumenta que las ideas inflexibles, conservadoras y machistas sobre el género en República Dominicana influyen grandemente en la gran cantidad de casos de violencia de género y feminicidios que presenta el país también.

A través de los años, se ha incrementado el esfuerzo en deslegitimar y discriminar a las personas transgénero. Lo cual ha tenido efectos claramente devastadores en la salud de estas personas (Hughto et al., 2021). Estos esfuerzos han tomado cierto auge en Latinoamérica, a pesar de que recientemente hay una mayor presión internacional para legitimar los derechos de las personas LGBTQIA+. 

Un movimiento que ha generado bastante ruido en particular y, consecuentemente, ha causado mucho daño a las personas con diversidad sexual y de género es la llamada “ideología de género”.

El término ideología de género ha sido utilizado para referirse al supuesto adoctrinamiento LGBTQIA+, sobre todo en relación a las infancias. Pero, ¿qué tanta verdad tiene este concepto? El concepto de ideología de género fue planteado no por la comunidad LGBTQIA+, sino por la Iglesia Católica a finales de los 90s, en particular por el papa Juan Pablo II (Corredor, 2019). El término surge en respuesta a la creciente ola del movimiento feminista y el movimiento LGBTQIA+, como una manera de catalogar estas creencias anti-conservadoras y generar una retórica de rechazo ante estos movimientos. Desde entonces, el término ha sido utilizado de diversas maneras sin una definición estable. Pero todas las definiciones buscan, de una manera u otra, acusar a la comunidad LGBTQIA+ de querer “adoctrinar a la población” de alguna manera u otra. Este término es de uso exclusivo de sectores conservadores; dígase, nunca es utilizado por organismos feministas, LGBTQIA+, o que busquen el avance de los derechos humanos en relación al sexo o género (Toldy y Garraio, 2021). 

A pesar de ser un término originado hace ya casi 30 años, el término no se popularizó en República Dominicana hasta casi finales de la década del 2010, cuando este fue confundido con el término “política de género”. La política de género era una término dentro de la Orden Departamental 33-2019 del Ministerio de Educación, propuesta con el objetivo de implementar una educación libre de estereotipos de género que puedan resultar dañinos para la niñez dominicana. Esta orden departamental nunca menciona las personas transgénero ni la comunidad LGBTQIA+, pero fue asumida como tal por un sector que, desde una mirada poco informada y con miedo a lo desconocido, asumió que esto era parte de la ideología de género que tanto revuelo ha causado internacionalmente.


Orden Departamental No. 33-2019, Mediante la cual se estable como prioridad el diseño e implementación de la política de género en el Ministerio de Educación.

Es normal que, ante la desinformación, muchas personas hayan asumido datos erróneos sobre la supuesta ideología de género. Sin embargo, muchos de estos supuestos son simplemente falsos. Por ejemplo, implementar una educación con política de género sólo buscaba reducir ideas como el sexismo y el machismo de la sociedad, ya que en la escuela es que muchos niños tienen la oportunidad de aprender acerca de estos temas; ni siquiera tenía que ver con el movimiento LGBTQIA+. Incluso si hablamos de la comunidad LGBTQIA+, en ningún momento este grupo de personas buscan “adoctrinar” a nadie. El esfuerzo que se ha hecho por visibilizar y normalizar la diversidad sexual y de género simplemente viene como una posible solución a una problemática ignorada: los jóvenes gays, lesbianas, bisexuales, queer, asexuales, intersexuales y transgénero presentan un alto grado de depresión e ideación suicida debido a la discriminación, el miedo y el abuso que pasan (Ryan et al., 2010; Su et al., 2016). A pesar de que la orientación sexual y la identidad de género son aspectos fundamentales, incambiables y normales de cada persona (Przeworski et al., 2020), estos jóvenes no ven más remedio que caer en episodios depresivos o atentar contra su propia vida. 

Sin embargo, hay esperanza. La ciencia nos indica que, mientras mayor percepción de aceptación tienen estos individuos, mejor es su salud mental (Lozano-Verduzco et al., 2013; Calvo et al., 2021; Tantirattanakulchai & Hounnaklang, 2021). Además, es bueno recordar que todo el mundo tiene un sexo, y todo el mundo tiene una identidad de género. Conocer a profundidad los conceptos que nos hacen quienes somos sólo nos sirve para bien, puesto que no solamente nos conocemos mejor internamente, sino que también podemos practicar la empatía con las demás personas. Así pues, debemos fomentar un ambiente de respeto para conlas personas por quienes son, sin prejuicios ni desinformaciones.


El lazo amarillo se ha utilizado en todo el mundo como un símbolo de conciencia sobre la salud mental y como un gesto de apoyo a las personas que luchan contra enfermedades mentales como la depresión, la ansiedad y otras condiciones.

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