POR: Óscar Rodríguez
Es tiempo que, como sociedad, hablemos más del impacto de salir del clóset.
Si bien es cierto que ya sabemos los beneficios y desafíos que representa la salida del clóset para nuestra salud mental, la realidad es que este evento acarrea un impacto mucho mayor que simplemente eso. Como casi todo lo que hacemos como personas LGBTQIA+, salir del clóset tiene un valor intrínsecamente político, lo queramos o no. Lo cierto es que, en un mundo hetero y cis-normado, anunciar abiertamente que somos lo que somos genera ruido entre la muchedumbre, tanto para un conservador empedernido como para una persona totalmente aliada a nuestra causa.
Desde los mismos orígenes del término, salir del clóset siempre ha tenido una carga política. Por más extraño que parezca, la terminología detrás de “salir del clóset” tiene una historia que revela mucho más de la condición social de ser diverso de lo que pensamos. Como mencionamos anteriormente, antes de la frase “salir del clóset”, se utilizaba sólo “salir” (come out, en inglés) para referirse al acto (Waxman, 2017). En vez de servir como un sinónimo para el anuncio público de su identidad, el término se utilizaba para dos cosas. En primer lugar, cuando una persona queer le revelaba a otra persona potencialmente queer de su identidad. Muchas veces esto no era explícitamente, sino por códigos discretos, tanto verbal como no verbalmente (Leap, 2019). Así, el acto como tal tenía un elemento de secretismo a pesar de ser auto-revelatorio; la intención era, en pocas palabras, poder buscar a alguien igual que tú, no ser abierto con tu identidad para el mundo. A pesar de eso, no hay que demeritar el valor que esto tenía: contarle a otra persona de tu orientación sexual es un gran éxito independientemente de todo. Por ende, el acto como tal buscaba conectar a las personas de la comunidad más que expresarse abiertamente en la sociedad. Sin embargo, como descubriremos después, esa unión secreta iba a crear un efecto bola de nieve inmensurable e importante para la causa.
El segundo uso del término también estaba cargado de implicaciones sociopolíticas: su uso en los bailes drag cuando una persona debuta en esa escena. El historiador Joe Jeffreys define el drag como “la exageración teátrica del género” (Tran, 2020), un performance que involucra romper las expectativas genéricas y entretener al público. De por sí, el drag tiene una importancia política muy grande, tanto así que ha sido un gran tema de controversia por parte del sector liberal en los últimos dos años en particular. Pero en el contexto de la frase come out/ “salir”, la importancia se hace mucho mayor. Hacer un performance en drag abiertamente, a pesar de ser a un público mayoritariamente LGBTQIA+, significaba dejar atrás todas las expectativas hetero-normadas en el clóset (literalmente) y vestirse de una manera indudablemente queer. De aquí, la terminología agarra fuerza, sobre todo con la creciente popularidad del drag a mediados del siglo XX y con las comunidades de personas con diversidad sexual y de género que se iban formando clandestinamente.
Estos factores son los que propiciaron una ola de salidas del clóset masiva en el pasado siglo. Las protestas de Stonewall, un hito icónico de la historia LGBTQ+ en verano de 1969, despertaron un fuego por luchar por los derechos de la comunidad, sin importar ser escandalosos. Salir del clóset, entonces, se volvió un acto de protesta, una declaración ferviente de nuestra existencia. Como bien dijo un protestante en la Primera Marcha del Orgullo en Nueva York, “Nunca tendremos la libertad y los derechos civiles que merecemos como seres humanos a menos que dejemos de escondernos en los armarios y en el refugio del anonimato” (Johansson & Percy, 1994). Como bien destaca la catedrática Abigail Saguy de la Universidad de California, salir del clóset se convirtió en una declaración política importante, al ser una manera de demostrar solidaridad entre miembros de la comunidad LGBTQIA+, y de mostrarle al mundo que no hay por qué sentir vergüenza de ser quienes somos (Saguy, 2020).
Ahora bien, para lograr este cambio, hay que iniciar a nivel personal. Como ya hemos visto, salir del clóset puede ser un fenómeno muy importante para el individuo como tal. La experiencia puede traer cambios psicológicos y personales en la persona que pueden repercutir en su autoestima y en su vida en general. Estos cambios personales en sí pueden ser propulsores de cambio, iniciando por nosotros mismos y terminando en grandes impactos entre quienes nos rodean.
Quizá más claramente, la importancia no sólo recae en ser abiertamente queer, sino en categorizar e identificarse como tal.
La etiquetación social abierta es esencial para lograr normalizar. Estamos acostumbrados al discurso de que, al categorizarse o ponerse etiquetas, estamos distinguiéndonos demasiado y que esto resulta innecesario. Si bien esto puede parecer intuitivo, muchos autores opinan diferente. Prati et al. (2020) argumentan que, al contrario de lo que muchos podemos llegar a pensar, la categorización sí sirve como una herramienta para mejorar la inclusión social, pero cuando está combinada de múltiples categorías. Por esto resulta importante que las personas nos vean como gay y dominicano, o como lesbiana y católica, o como persona no-binaria y deportiste. No sólo nos humanizamos en los ojos de la sociedad, al darse cuenta que compartimos características con personas cis-hetero, sino que además podemos mostrar que, si bien somos personas LGBTQIA+, eso no condiciona que seamos o no otras cosas. Claro está, no todo el mundo sabe cómo identificarse, pero incluso esa falta de etiqueta puede servir como una salida del clóset: la realización y revelación al mundo de que sé que reconozco que soy una persona fluída, y que no me tengo que adherir a una etiqueta precisa. El punto siempre estará en hacerle saber a las personas que lo que somos no es nada porque avergonzarse, o mantenerse en secreto.
Luego de desarrollar un impacto interno, la salida del clóset tiene claras consecuencias en los sistemas sociales con los cuales interactuamos, sirviendo como un paso transformador para nuestra sociedad. Para muchos, salir del clóset será convertirse en el primer amigo, la primera tía, le primer hermane… LGBTQIA+ de alguien. Esta fue la premisa principal de la campaña sociopolítica de Harvey Milk, por ejemplo, un destacado activista y político estadounidense, que hizo historia al ser la primera persona abiertamente homosexual en ser elegida para un cargo público en los Estados Unidos (Cortés, 2023). Milk popularmente dijo: Toda persona gay debe salir del armario. Por más difícil que sea, debes decírselo a tu familia inmediatamente. Debes decírselo a tus familiares. Debes decirles a tus amigos si realmente son tus amigos. (…) Una vez que se den cuenta de que somos sus hijos, que estamos en todas partes, cada mito, cada mentira, cada insinuación será destruida de una vez por todas.” Y, aunque las palabras de Milk pueden parecer exageradas, son una clara realidad: salir del clóset siempre va a ser el remedio para la ignorancia. Los políticos y la sociedad en general no se van a interesar en cuidarnos si no nos ven, en realidad, la magnitud de personas LGBTQIA+ y el impacto que tenemos en nuestra sociedad. El valor que posee salir del clóset es que, aún cuando no es la intención, le da una cara a nuestra causa, y de repente “la comunidad LGBTQIA+” se convierte en “mi hija”, “mi hermano”, “mi amigue” o “mi vecino”.
Este impacto lo podemos ver aún más claramente con las salidas del clóset en medios públicos por personas influyentes. Ellen DeGeneres, una personalidad de la TV norteamericana, creó expectativa para su eventual salida del clóset en su show Ellen en 1997, tanto así que el episodio se convirtió en un éxito viral y le ganó varios premios (Kettler, 2020). Pero más importante, el episodio abrió las puertas para que muchas personas LGBTQIA+ se sintieran representadas, y para que muchas personas cis-hetero vieran, quizá por primera vez, a una de sus celebridades favoritas declarar abiertamente su sexualidad. Hoy en día, este fenómeno se ve más en las redes, con influencers dejándole claro a sus audiencias quiénes son. YouTubers como Kris Tyson o La Divaza se convierten en disruptores sociales para el bien, sobre todo cuando tienen audiencias variadas que incluyen muchas personas cis-hetero que les admiran y aman. Para muchos de estos, conocer a estos YouTubers y su historia se convirtió en el primer paso para entender lo tedioso que es estar en el clóset, y ser más conscientes con nuestra causa.
Salir del clóset crea impacto, sea personal o político. Solamente haciendo esto es que podemos convertirnos en agentes de cambio. Cuando la gente sabe que su abogado, su doctora, su vecino o su amigo es LGBTQIA+, comienza a humanizarse la lucha por la diversidad, y a entender que, en resumen, las personas con diversidad sexual y de género siempre hemos estado aquí, y lo seguiremos estando. Al fin y al cabo, lo que no se dice, no se habla, y lo que no se habla no nos importa.
AUNQUE RESULTE DESAFIANTE EN MUCHOS CASOS, SALIR DEL CLOSET SIRVE COMO UNA CONSTANTE REAFIRMACIÓN DE NUESTRA EXISTENCIA FRENTE A UNA SOCIEDAD HECHA PARA INVISIBILIZARNOS Y MOTIVADA A DEJARNOS ATRÁS.